Archive for noviembre, 2013

¿Y DESPUÉS DEL DILUVIO?

martes, noviembre 12th, 2013

Reflexiones para inspirar las II Jornadas de Sociología Aragonesa

 

José Ángel Bergua Amores

 

Tras 5 años sumidos en la crisis que se inició el 2008, probablemente ya estamos en condiciones de hacer balance y, al comenzar a bajar algo las aguas, también de vislumbrar el tipo de mundo que el diluvio va a dejar.

Por ejemplo, que el impacto de la crisis y la propia gestión que se ha hecho de ella ha aumentado la brecha entre ricos y pobres, asunto más importante que la existencia de una gran bolsa de pobreza, pues, como es sabido, aumenta mucho más la inestabilidad social y política. Esta brecha se ha producido porque parte de la clase media, antaño un colchón que amortiguó el conflicto de clases, se ha visto arrastrada al pozo del desempleo, la pobreza y la exclusión. Si dicha clase garantizó la consolidación de la sociedad del consumo, de la paz social y de la estabilidad política, en un futuro inmediato todos esos avances de la segunda mitad del siglo XX pueden desaparecer y retrotraer las sociedades a los escenarios de conflictos y quizás también de revoluciones que se dieron en el siglo XIX y en la primera mitad del XX. Además, el Estado (del bienestar) y el tipo de capitalismo (fordista y keynesiano) que desde la II Guerra Mundial había logrado incrementar la producción conteniendo la desigualdad y que en la crisis de 1973 comenzó a desaparecer, cediendo el paso a un liberalismo que según pasaban las décadas más se parecía al del XIX, parece haber recibido el golpe definitivo con esta crisis, pues no hay discursos ni ideas que hagan creíble su recuperación. La solución al desamparo, cada vez más extendido y heterogéneo, ya no está viniendo del Estado ni del Mercado, hoy dos caras de una misma moneda, sino desde fuera, gracias a la autoorganización de las gentes, de un modo invisible y no institucionalizado.

Por otro lado, la crisis ha retratado a la política en su conjunto y a los actores principales en particular. Tanto los partidos políticos como los sindicatos se han visto desbordados. La derecha se fio a las instituciones internacionales, la izquierda se vio a sí misma falta de ideas tras años de andar despojándose de ideología y los sindicatos han sido incapaces de movilizar e ilusionar a los perdedores. Pero es que el propio Estado, para muchos llamado a ser la alternativa o freno a los mercados frente a las gentes, no ha tenido muchas dudas de cuál debía ser su lugar, lo cual ha perjudicado sobre todo a la izquierda institucional, pues toda ella, a diferencia de lo que ocurre con el anarquismo, siempre ha confiado en él. El movimiento 15M expreso el malestar por todos estos cambios e inacciones pero sólo emergió para disolverse de nuevo. Está por ver si ese aviso volverá a repetirse. En caso de que lo sea, también está por ver si las instituciones alcanzarán a tener oídos para escuchar. Mientras tanto la corrupción crece como una metástasis fatal, la clase política (sociológicamente un concepto equívoco pero ya asentado en la opinión común) tiene cada vez peor imagen y parece incapaz de salir del escondite. En el caso de España, la crisis de legitimidad ha llegado incluso a la cabeza del Estado, pues la Monarquía está cada vez más cuestionada. Frente a este panorama, el 15M y otros movimientos sociales parecen haber llamado la atención sobre la existencia de un espacio exterior a las instituciones en el que, aún, todo es posible.

Como ya ocurriera en otras partes del mundo con otras crisis, ésta ha tenido efectos en otros ámbitos o esferas aparentemente independientes. Por ejemplo, del mismo modo que sucede en las crisis personales, también aquí se ha resquebrajado la identidad, en este caso la social y política. La convocatoria de un referéndum en Escocia y Catalunya para decidir si quieren ser o no independientes de Gran Bretaña y España son un buen ejemplo de esto. Con estas convocatorias se viene abajo otro importante pilar de la modernidad como es el del estado-nación, levantado sobre identidades frágiles y conflictos territoriales inacabados que hunden sus raíces en la compleja y tumultuosa historia europea demostrando que el mapa de naciones es una realidad abierta y en permanente cambio, además de fuente inagotable de conflictos. Saber gestionar este enorme problema en términos creativos es una asignatura pendiente que, por lo visto, han sabido hacer Canadá, Gran Bretaña y la antigua URSS (en menor medida), mientras que en otras partes del mundo, como España, continuando una atávica y temeraria tendencia a la negación, es casi seguro de que no va poder.  En todo caso, frente a este escenario que sería posible tratar en términos multiculturales o plurinacionales se abre otro, vivido por las gentes, en las que la multi o pluri dimensionalidad se ve superada por lo trans- de un modo políticamente intratable. Este escenario sólo lo han sabido pensar las ciencias sociales con la noción de hibridación, muy fecunda también en otros ámbitos (desde el movimiento queer a los estudios sociales sobre la ciencia pasando por las relaciones entre humanos y no humanos). Lo trans apunta a un afuera de las instituciones, ciencias e ideologías, tan afectadas por la identidad (bien sea homogénea, multi o inter… cultural o nacional). La lengua, refractaria a los manejos institucionales, y propensa a la hibridación y otras fecundidades, es un magnífico ejemplo de esto.

Pero no es sólo la política o la economía. Internet ha llegado para quedarse y está haciendo explotar toda la vida social, desde las relaciones afectivas, a la idea de propiedad superando también la duda de que las multitudes pueden ser inteligentes. Por otro lado, el viejo y trasnochado secularismo moderno está cediendo el paso a sociedades postseculares en las que, de distintos modos, unas veces violentamente, otras de un modo inadvertido, entra en escena o vuelve a ella lo espiritual. El reformismo musulmán es el rostro más visible de este conflicto. Sin embargo, en la vieja Europa esa religiosidad y otras más de diversa índole (neoarcaísmos, new age, tradicionalismo, etc.) y con modalizaciones diversas nos muestran que el viejo, materialista y totalitario sueño moderno de querer acabar con lo religioso e incluso con lo espiritual, no ha tenido éxito. Esto es algo que la sociología contemporánea está intentando abordar con conceptos extraños y arriesgados que apenas dan la talla frente a la realidad.

En definitiva, el escenario postcrisis nos ofrece el devastado paisaje de las instituciones, ideologías y teorías, que hasta no hace mucho permitieron gestionar, imaginar y pensar el mundo. Todo ello se ha derrumbado y la sensación que el derrumbe ha generado es similar a la que a nivel individual generan las depresiones psicológicas. El retraimiento e inacción políticas e incluso los suicidios son una consecuencia de esto. Sin embargo, con ese derrumbe también se han visibilizado formas de hacer sociedad enormemente creativas que esperan sus instituciones, ideologías y teorías. Aunque, quizás, esta crisis también haya acabado con la posibilidad de que cualquier institución, ideología y teoría nos vuelva a engañar. Lo cual sería doblemente creativo. En este segundo caso ya no estaríamos sólo ante el desborde de la modernidad sino ante la superación de espacios con cimientos más antiguos y arraigados. Pensar este escenario es, para la sociología, tan necesario como imposible. Lo cual no implica que se deba dejar de pensar. Simplemente se debe pensar de otro modo, reconociendo -dicho pensar- sus limitaciones y las del mundo que representa. Ojalá las II Jornadas nos ayuden a transitar por la vía creativa y a abandonar la depresiva.

En cualquier caso, los párrafos anteriores intentan mostrar las posibles líneas de reflexión de las mesas y las posibles conferencias. En todos los casos se trataría de ver cómo frente al mundo que se derrumba (el Estado nación, la secularización, el Estado del bienestar, las clases medias, etc.), no sólo aparece su antimateria, disponible para ocupar el lugar de lo que se pierde (las naciones sin Estado, el regreso de la religión, el Mercado, la fractura de la estructura social), sino también un vasto espacio de actividad social en el que ocurren muchas más cosas que reclaman ser vistas (las hibridaciones frente a las identidades, las herejías frente a las religiosidades y laicidades, lo común y las multitudes inteligentes frente al Estado y el Mercado, las situaciones y contextos sociales concretos frente a las clases, los movimientos sociales cada vez más fluidos frente a los partidos políticos y sindicatos). Se trata entonces de huir del pensamiento binario y de atender a más realidad.

Dicho de otro modo, frente a la vieja lógica aristotélica que sólo sabía ver A y su espejo simétrico e inverso, no A, y que instituyó los principios de identidad, no contradicción y tercero excluso, este nuevo mundo reclama la aplicación del tetralema taoísta, en el que, además de A y no A, están los términos A y no A, ni A ni no A. El primero (A y no A) es del orden de la mezcla de lo instituido con su antimateria y la actitud política que le corresponde es la perversión. El segundo (ni A ni no A) habla de algo exterior y ajeno a lo que está instituido o quiere estarlo y, por eso mismo, es del orden de la subversión. Pensar estos dos términos exige pensamientos perversos que juegan con las distinciones y subversivos que las borran y/o inventan otras. Quizás el nuevo escenario que la retirada de las aguas nos deja entrever exige ser más subversivos que perversos. Sea como fuere, lo claro es que el mundo de los conversos, sean positivos o negativos, es ya poco creíble y cada vez menos seductor. Afortunadamente.

Depresión

miércoles, noviembre 6th, 2013

 

José Angel Bergua Amores

 

Más que una recesión, lo que nos viene maltratando desde hace tiempo es una depresión. Pero no económica sino similar a las psíquicas. Dicen los psicólogos que esta patología consiste en un estado de tristeza, decaimiento e irritabilidad y que en ocasiones se combina con estados de euforia dando lugar a un trastorno bipolar. Aunque a nivel social es difícil hacer diagnósticos tan rigurosos sobre los estados de ánimo colectivos, es posible acercarse a ello buscando inspiración en Nietzsche, insuperable al escudriñar las intimidades del alma de la civilización occidental.

La reciente sentencia de Estrasburgo, resultado de ingenierías jurídicas afeadas desde Europa, nos ha llevado a un lugar bochornoso si enfocamos el asunto desde un punto de vista escrupulosamente democrático y de respeto a las leyes. Sin embargo, no ha sido visto así por gran parte de la prensa y probablemente una amplia mayoría de la opinión pública. En cambio, se ha proyectado sobre el más alto y cualificado tribunal europeo primero sospechas sobre su calidad y luego acusaciones de ignorancia acerca de lo que es España en su lucha contra ETA, cuando la sentencia sólo ponía al Estado español frente a sus propias leyes y los convenios que libremente ha firmado. Por otro lado, la sentencia también ha generado abatimiento porque, según se dice, “ellos” han ganado y “nosotros” hemos perdido. Teniendo en cuenta que el “nosotros” se ha construido mirándose en el espejo de “las víctimas de ETA”, la derrota adquiere un alcance mayor, pues los que han ganado son la quintaesencia del mal. Esta pose victimista es un magnífico ejemplo de la moral de esclavos nietzscheana. Desde esa posición y con esa lente la vida se vuelve más placentera para el sufriente, impotente o incapaz. Si ese relato no existiera, la situación le resultaría insoportable. A nivel individual, si uno ha caído en esas desgracias, con una buena terapia, se puede aprender a ver las cosas con otras lentes y a posicionarse frente al problema de otra manera. A nivel social, son las mismas colectividades las que debieran, por sí mismas, aprender a hacerlo. En este caso no parece que vaya a ocurrir pues gran parte de los medios e instituciones empujan justo en la dirección contraria, lo cual cronificará  el mal. Como demuestra Gran Bretaña en el caso del conflicto irlandés, con los acuerdos de Viernes Santo de 1998 y las amnistías posteriores, esto no tiene por qué ser así.

Un malestar similar se ha generado con el referéndum que Catalunya tiene previsto celebrar el 2014. El Estado se ha empeñado en no dejarlo hacer y ha utilizado como argumento (además de imposibilidades constitucionales que en otras ocasiones se han salvado sin problemas, también el muro de que la soberanía es de la nación española, acusaciones de inventar la historia, victimismos varios, y otras hierbas) la amenaza que los partidos políticos y la opinión publicada más mencionan: lo terrible que le resultará a Cataluña vivir fuera de Europa. Del mismo modo que, según Nietzsche, la moral de esclavos delega las venganzas en terribles y poderosos dioses, en relación a este problema España se escuda –esta vez sí- en Europa. Llegará el final del 2014 y España, incapaz de enfrentar el problema fuera de la soberbia, se sentirá tan contrariada y aturdida como hoy con la sentencia de Estrasburgo. En cambio, la respuesta que el Reino Unido ha dado a la reclamación del referéndum para Escocia, también el 2014, ha sido justamente la contraria. También en este caso parece que es posible posicionarse de otro modo frente a los problemas.

Y lo mismo ocurre respecto a las ex colonias españolas. A la última cumbre de Panamá sólo acudieron la mitad de los países convocados, lo cual muestra el poco interés y amistad que tienen allá por sus antiguos conquistadores. Las expropiaciones argentinas y bolivianas de YPF y filiales de AENA son un buen ejemplo de esto. También han debido influir aquellas intrigas del Gobierno español para derribar con un golpe de estado a Hugo Chávez en el 2002 y cierta soberbia de las multinacionales españolas que han aterrizado por allá. La reacción de España como Estado y de la mayoría de su opinión publicada ha ido del “¿Por qué no te callas?” del Rey a (otra vez) las amenazas a Argentina con las represalias europeas, pasando por las críticas más intelectualizadas a los “populismos” latinoamericanos. En todos los casos, da la impresión de que España ha querido mantener una ya inviable posición de liderazgo económico y democrático, a pesar de que la crisis le ha hecho bajar muchos peldaños y todavía no ha ajustado cuentas con el franquismo, mientras que “ellos” crecen económicamente más y están llevando a juicio a los sostenedores de las dictaduras. Además, Latinoamérica trabaja distintas fórmulas de integración regional, mira económicamente a Asia y puestos a viajar al primer mundo prefiere Estados Unidos a Europa. Por cierto, Gran Bretaña no se lleva nada mal con sus ex colonias.

Finalmente, esta España sin reflejos y con una idea delirante de sí misma ha demostrado una preocupante falta de reacción en otros muchos asuntos. El caso de Zapatero, negando una crisis que se lo llevó por delante, es una réplica perfecta del Aznar empeñándose en asegurar que fue ETA quien el 11 de marzo del 2004 puso las bombas en Atocha. A su vez, esta negación recuerda a las que hiciera González con los casos de corrupción y la guerra sucia (otra vez) contra ETA. Pero es que en la parte no institucional de la sociedad española, tampoco ha habido muchos reflejos a la hora de reaccionar ante los mil problemas que han caído. Unas veces pudo el populismo anti-ETA, anti-Catalunya y anti-sudacas. Otras veces, las más, dominó la desorientación. También fue importante la inacción. En este escenario y con estas actitudes no debe extrañar que la euforia que el 15M desencadenara en buena parte de la sociedad implosionara sin más. Después de eso sólo se han movido los músculos para adaptarse o suicidarse. Podría parecer que las huelgas apuntan a un escenario distinto, pero no es así. Son también euforias, pero esta vez de un día. Quienes las organizan parecen contentarse con llenar las primeras páginas de los diarios, contrariando así el contenido de lucha y la voluntad de hacer daño al enemigo que tuvo el instrumento cuando se inventó. Por eso, el malhumor que lleva a participar en la huelga, al día siguiente de celebrada cede inevitablemente paso al abatimiento y el derrotismo.

En fin, España, tanto si miramos a sus élites como a sus gentes, parece haber caído en una profunda depresión con tintes bipolares. No es algo que deba sorprender pues ya había ocurrido antes. La pérdida de las últimas colonias a finales del XIX trajo consigo una generación de intelectuales abatidos. Conviene recordar que parte de la tristeza fue provocada por la propia España al no querer aceptar ningún tipo de autonomía para Cuba. La isla reaccionó apostando por la independencia. Catalunya captó el mensaje. Pero es que, además, España también se vio, por primera vez en siglos, fuera del club de los más grandes. Para taparlo, Unamuno, haciendo de necesidad virtud, dejó dicho aquello de “que inventen ellos”. Como cuando el zorro, no pudiendo alcanzar las uvas, dijo que estaban verdes. En fin…

Afortunadamente esta España enfangada en sus miserias que tiende a caer en la bipolaridad no es la única. Hay muchas más y alguna de ellas incluso ha alcanzado relevancia internacional. Es la España de la de la Revolución Española, la del levantamiento contra los Franceses a principios del XIX, la de la Primera República y también hubo algo de todo ello en el movimiento vecinal de la Transición. En todos esos casos emergieron unas gentes con tal capacidad autoorganizativa y tantas ganas de libertad que desafiaron a las instituciones y abrieron oasis para una acción colectiva de carácter creativo con la que la depresión era imposible. Esa España está ahí y en algún momento reaparecerá. Sin embargo, ahora sólo nos queda esperar que decline la peor. La que se está estrellando contra Estrasburgo, Catalunya y América.

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