Mesa de política

Coordinador: José Luis Ansó

(Sociólogo, Jefe de Servicio de Desarrollo Comarcal, de la Dirección General de Administración Local. Gobierno de Aragón)

jlanso@aragon.es

OBJETIVOS:

La crisis presente se extiende también al ámbito de la política. El malestar con la situación política actual tiene, probablemente, raíces más antiguas que el parón económico y síntomas menos espectaculares pero igualmente preocupantes. Una de las manifestaciones de la actual crisis política es la aparente falta de protagonismo ciudadano en la debate, decisión y gestión de los problemas e intereses comunes. Parece como si la gente volviera la espalda a la esfera pública y se encerrase en el reino de su privacidad e individualidad. Estos síntomas son visibles en muy diversos ámbitos sociales, también en Aragón.

Puede que uno de los términos que mejor expresen esta crisis en el ámbito de la política, en cuanto a comportamiento ciudadano se refiere, es el de desafección. Suele relacionarse desafección con apatía, pérdida de fe en el sistema democrático, pérdida de compromiso, pérdida incluso de todo interés por lo público.

Pero la desafección ciudadana, ¿lo es de la política o de la gestión de la política? ¿Es alejamiento y desconfianza del sistema o alejamiento y desconfianza de los ciudadanos hacia actitudes y comportamientos de los que nos gobiernan y les representan?

El reciente y heterogéneo movimiento 15-M ha escupido en público a los partidos políticos y a la sociedad «establecida» en general una serie de cosas, entre ellas el descrédito de la política institucional y el rechazo de los clichés políticos mayoritarios. El movimiento de los indignados nos ha enseñado que ese alejamiento, esa «desafección» tiene más de denuncia que de movimiento antisistema y que, de hecho, representa nuevas formas de conciencia ciudadana colectiva, ante la quiebra del sistema político institucional, que se ha construido a espaldas del ciudadano. Estaríamos ante una «desafección activa», muy alejada de la apatía política.

En este grupo de trabajo nos proponemos analizar e interpretar esta aparente (o real) desafección ciudadana, así como las consecuencias que de ella se siguen para la práctica y la imagen de la actividad política en nuestra sociedad.

La búsqueda y análisis de la calidad democrática queda establecida en el centro del debate. Las actitudes ciudadanas del (¿nuevo?) abstencionista activo indicarían la exigencia de la apertura de una vez por todas de las puertas de la fortaleza en que los partidos han encerrado la política, el quehacer político, la democracia, la participacion en la «res publica»; democracia y participación que han sufrido —o que han sido sometidas a— un anquilosamiento, a un preocupante empobrecimiento.

La ponencia inicial, a cargo de Jaime Minguijón, ofrece una interpretación desde la sociología un tanto novedosa del comportamiento político, que se contrapone a las propuestas de la teoría política clásica. Se apoya en un estudio, de carácter cualitativo, centrado en la percepción ciudadana de la participación sociopolítica. El punto de atención fundamental es el llamado «abstencionismo indiferente», que, lejos de ser considerado como un comportamiento político negativo y pasivo (interpretación tradicional) se contempla como algo activo y positivo: el votante beligerante. Estas actitutes abstencionistas se interpretan en la ponencia desde la tensión, siempre presente, entre la política como poder y el ejercicio de la propia libertad, ayudándonos a comprender dimensiones diferentes de este comportamiento político en su complejidad.

Por su parte, y como complemento a este enfoque, Cristina Monge hace en su contraponencia una reflexión sobre cómo la lógica de la cooperación y la colaboración entre actores puede suponer una nueva manera de entender y ejercer la política. Experiencias de nueva gobernanza, con la colaboración y cooperación de agentes públicos y privados, suponen nuevas vías de acción pública, pero también nuevos límites que hay que explicitar. Se impone, además, repensar el rol de cada uno de los actores implicados y sus distintas fuentes de legitimidad. Nuevos actores, corresponsabilidad, coprotagonismo, comunicación bidireccional, Estado relacional, Administración relacional: conceptos que califican la democracia y la participación, que las definen desde las nuevas perspectivas de la gobernanza.

En este contexto, ¿dónde queda el ciudadano? Esta nueva perspectiva de la gobernanza ¿satisface las nuevas exigencias ciudadanas? ¿Existe relación entre desafeccion política ciudadana (definida como desafección hacia la gestión de lo público por los partidos, hacia la apropiación por éstos de la política y el secuestro de la democracia) y el auge de nuevos actores/agentes dentro de la sociedad civil y sus exigencias de corresponsabilidad y cooperación?

Dentro de la relación ciudadanos/agentes sociales, ¿qué procesos de legitimación tienen estos últimos? ¿A quién representan? ¿Son instancias de representación? ¿Articulan nuevos cauces/sistemas de participación democrática?

El grupo se propone como objetivo alcanzar conclusiones sobre esa supuesta falta de participación e interés ciudadanos, relacionándolo además con el contexto de la nueva lógica de cooperación y colaboración de los agentes sociales y su papel en nuestra sociedad democrática.

En el coloquio que seguirá a continuación se resumirán las comunicaciones recibidas y se dará paso al debate abierto sobre las cuestiones planteadas. Esta mesa quiere llegar a ser una aportación coral que permita acercanos a las claves del cambio social que se está experimentando en este terreno y pueda anticiparnos de alguna manera las dimensiones de futuros comportamientos y exigencias sociales.

 

Ponente: Jaime Minguijón (sociólogo, director de la consultora Millenium3): «Abstencionismo, indiferencia e implicación ciudadana»

Resumen

La ponencia trata de ofrecer los elementos teóricos necesarios para un estudio del comportamiento político en clave sociológica. Para ello, comienza con una aproximación al concepto y al objeto de la política, desde una perspectiva de poder, poniendo en evidencia la tensión histórica que ha marcado la relación entre la política así entendida con la idea de libertad.

Posteriormente, se aborda una descripción de los planteamientos teóricos que han tratado de explicar el comportamiento político de la ciudadanía, poniéndolos en relación con los datos de investigaciones que arrojan luz en torno a la imagen que de la política tienen los ciudadanos, así como de sus comportamientos políticos. La conclusión es que la ciencia clásica no acaba de comprender en todas sus dimensiones el comportamiento político, entrando en un sin fin de incongruencias y paradojas.

Para abordar una interpretación sociológica, en cierta medida novedosa, del hecho político que sea coherente con la propia lógica que aplica la ciudadanía respecto a política y al comportamiento político, nos apoyamos en un estudio realizado entre 2009 y 2010 centrado en la “percepción ciudadana de la participación sociopolítica”, de marcado carácter cualitativo. De entre la variedad de temáticas analizadas en ese estudio, nos fijamos especialmente en el análisis de la lógica de actuación de aquellas personas que hacen gala del comportamiento más denostado y temido desde las instituciones políticas (el abstencionista indiferente). Y se contraponen las explicaciones que se ofrecen desde la ciencia social clásica (comportamiento no esperado; una acción en negativo: el no-voto) con las explicaciones que emergen del análisis de la lógica de acción que aplica el abstencionista (una acción en positivo: el votante beligerante).

Finalmente, se ponen en relación las conclusiones extraídas con las reflexiones iniciales de carácter teórico en torno a la política y al hecho político.

 

Contraponente: (Cristina Monge, socióloga, directora de Proyección Externa, del la Fundación Ecología y Desarrollo): «La lógica de la cooperación como base de un nuevo paradigma: nuevas experiencias y límites en la búsqueda de la calidad democrática».

Resumen

La idea de gobernanza surge con fuerza en un momento donde la manera de gobernar entra en crisis. Por un lado, la globalización plantea un nuevo marco y escenarios diferentes para la resolución de los problemas y la puesta en marcha de políticas, que hasta ese momento se planteaban principalmente en el marco estatal y ahora tienen carácter global. Así ocurre con buena parte de los problemas ambientales, con las dinámicas financieras, los flujos comerciales, la revolución de las tecnologías de la información y la comunicación, etc.

Por otro lado, se constata una progresiva desafección de la ciudadanía respecto a la política, que se refleja en signos como una cada vez menor afiliación a los partidos políticos o un descenso de la participación electoral.

De manera paralela, y quizá precisamente por la crisis de estas vías de participación, surgen nuevos actores que quieren incidir en el espacio público. La sociedad civil se ha transformado con lo que se ha venido en llamar el tercer sector, o el ámbito asociativo, con organizaciones que trabajan en la defensa de cuestiones de interés general, y lo hacen sin ánimo de lucro. Por otro lado, las empresas, que han visto desarrollada su capacidad en el mercado global, no se quedan al margen, y buscan también incidir en ese espacio público.

Al mismo tiempo, y dándole la vuelta al espejo, los Estados y las Organizaciones Internacionales necesitan, en sociedades complejas como las que vivimos, la complicidad, la colaboración y la corresponsabilidad de todos los agentes para poder poner en marcha las políticas deseadas. Se impone, por lo tanto, una nueva manera de gobernar que tenga en cuenta la existencia de distintos actores y la necesidad de corresponsabilidad en la resolución de los problemas.

El concepto de gobernanza, según revelan documentos internacionales de distintas organizaciones, sufre una evolución a lo largo de la década de los 90. Al principio es posible intuir en la manera de utilizar la idea de gobernanza cierto matiz utilitarista que ve en este concepto únicamente la posibilidad de ayudar a hacer más eficaz la labor de gobierno. Conforme avanza el estudio y el desarrollo de esta idea, no obstante, se observa una evolución hacia una noción de gobernanza donde el énfasis se pone en la participación y la corresponsabilidad, de la misma forma que se pasa de pensar en la gobernanza exclusivamente en el ámbito nacional, a hacer extensiva la reflexión a la escena internacional.

La gobernanza, finalmente, puede ser entendida en este contexto descrito, como un proceso, o dicho de otra manera, como una forma cooperativa de gobernar sociedades complejas compuestas de redes interdependientes, donde la comunicación 2.0, es decir la comunicación bidireccional, es la clave para entender el entramado de relaciones entre los distintos actores.

Actores que no sólo configuran un nuevo escenario por la inclusión de algunos de ellos que no eran considerados como tales, sino que también han de ver redefinido su rol y la manera como se relacionan con el resto. Es el caso, por ejemplo, del Estado, que lejos de perder sus funciones, las ratifica pero cambia la manera de ejercer el poder. El Estado propio de la gobernanza ha sido definido como Estado relacional, queriendo expresar así el rol que le toca asumir de liderazgo en la articulación de la coordinación con las distintas redes de actores que influyen e inciden en el espacio público. El Estado relacional, se dirá, ha de pasar de ser el protagonista a ser coprotagonista, abriendo así un nuevo escenario en la deliberación y la toma de decisiones, y generando todo un debate dependiente sobre el modelo de legitimidad de los actores no gubernamentales. Y para ello, será necesario repensar también el modelo de Administración pública necesaria para cumplir estas funciones, superando el paradigma de la Nueva Gestión Pública, para dar lugar a lo que se ha llamado Administración relacional.

La sociedad civil, por su parte, tiene sus límites con el Estado cada vez más difusos, y se ha abierto camino, al menos en España, de manera espectacular en las últimas décadas, una tupida red de entidades en lo que se ha venido en llamar el tercer sector, que conjugan múltiples vías y modos de relación con el Estado. Junto a este tercer sector, ha emergido con fuerza, en el ámbito internacional en su conjunto, un “movimiento de movimientos” que se encuentran en foros internacionales como el Foro Social Mundial que manifiestan con rotundidad que “otro mundo es posible” y que hay que articular la política de otra manera. Sin embargo, los esfuerzos organizativos tanto del tercer sector, como de estos foros, no encuentran su correlato a la hora de influir en el espacio público. Se abre así el debate, en el seno de estos movimientos, de su relación con las instituciones y las repercusiones que para el movimiento social podría tener.

Finalmente, el mundo de la empresa, no permanece ajeno a estas dinámicas. Las empresas globales tienen enormes posibilidades de influir y condicionar posiciones políticas tanto de los Estados como de organismos internacionales, ya que disponen de medios y capacidades suficientes para convertirse en un actor con el que contar a la hora de abordar algunos problemas o implementar determinadas políticas. Esta voluntad de incidencia en el espacio público se ha visto confirmada por la aparición y el rápido auge de las políticas de Responsabilidad Social Empresarial y de Inversión Socialmente Responsable, donde las empresas reconocen el papel que tienen en la conformación de nuestras sociedades y se comprometen, de manera más o menos explícita, con determinados valores que se traducen en sus prácticas empresariales. Aunque la RSE no está exenta de polémica y se encuentra en pleno proceso de expansión, al menos en España, lo cierto es que ha ocupado un espacio importante tanto en las estructuras de dirección de las empresas como en las políticas que desde el gobierno se ponen en marcha respecto al sector empresarial.

Como puede verse, por lo tanto, la aparición de nuevos actores y la redefinición del papel de todos ellos hace que surja con fuerza el debate sobre la relación que se establece entre todos estos actores. De ahí que la idea de gobernanza tenga mucho que ver con lo que se ha venido en llamar la Política 2.0, que es la dinámica de deliberación que se establece en sociedades complejas mediante flujos de comunicación en múltiples direcciones desde diversos actores.

 

Comunicaciones presentadas:

Marianna Martínez Alfaro: “Participación a la carta. Nuevas lógicas sobre la participación ciudadana en Aragón”

Fernando Pérez Valle“Política y cooperación al desarrollo aragonesa”

Pedro Coduras Marcén: “Elaboración de la política pública de inmigración en Aragón”

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